Bombas de inocencia reprimida. El pasado que pasa, atenaza y jamás deja sonrisas. Gente que habla sin saber, y promesas rotas del ayer. Sociedad que no discrepa, que cree que la fachada es única, que excluye al interior. Respiran tranquilos.
Y el tiempo pasa; las lecciones quedan ancladas en misiones nunca solucionadas. Dilemas; estratagemas que no consiguen dar con lo que pides. Amantes de instantes; políticos entusiastas que nos despojan de la oculta realidad.
Todo esto está lleno de luz que alumbra caminos, melancolía que desconfía de la pasión. Flechazos constantes que provocan envidia; desconfianza generada por cada palabra. Nostalgia cobarde que acaricia la soledad cubierta por un armazón de esperanza. Un futuro que tiene la mirada en la libertad y el corazón en la oscuridad.
Seres humanos que son espías de vidas. Superpotencias; asesinas brillantes de derechos. Con apetencia de gloria y disparos de secretos. Ciudadanos cuya misión es la su-misión.
El veneno ya ha comenzado a hacerse más tangible.
¿Dónde estábamos cuando todo esto comenzó?
Quizá envueltos por el egoísmo; emborrachados por el poder. Jugando a ser alguien para amanecer en el día en el que murió el arte. La década en la que nada va más allá de las sombras y la tierra prometida no es de nadie. Estamos vacios y nos sentimos más repletos que nunca. Una contradicción; es el regreso del drama a nuestro mundo en billetes de 600. Encadenados en nuestro propio cielo. Esclavos de la mentira distraídos en ocasiones por la cordura.
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