Algo más que una adicción

El licor de la melancolía. Con noticias al frente de risa funesta. Un borracho que deambula por la calle. Sólo intenta olvidar lo que un día supo a ciencia cierta. Y bebe olvidando; o al menos eso piensa extraviado en una mente incrédula. Una perfecta imperfección errante. Una cascada incesante de errores que han podido conducirle a tal situación. Unas circunstancias que nadan por los cuatro elementos. 

No, no es de los que se destrozan el hígado para arreglarse le corazón. Pero sus recuerdos son su más fiel droga. Una cadena invisible que esconde deseos secretos. Y piensa frío para no recordar, pero el calor se apodera de su mente de gran inocencia desinteresada. Y cada día necesita un poco más de esa sustancia. Un licor exquisito que se ha tornado imprescindible.

Un recuerdo embotellado es el alcohol que él mismo se suministra. Es una puerta hacia el abismo de su imaginación. Y no sabe dónde acudir. El sentimiento de pérdida le embriaga más aún las noches. Unas noches que se tortura pensando que todo sucedió porque decidió convertir una duda en certeza. Una pregunta que le volvió del revés; siendo la furia paranoica de cuanto hoy en día se ha convertido.

Aún se le puede vislumbrar por la calle. Preguntándose si merece la pena vivir con la duda o descubrir una verdad cómplice que le separo de ese pensamiento acogedor que cada día recorría su cabeza.

Unos lo llaman loco; otros borracho. Pero nadie puede ver más allá de ese olor a melancolía recelosa de evaporarse.

Quizá ha perdido su camino y simplemente necesita algo pequeñito, un elixir de juventud, para continuar en este largo recorrido en el que dicen que, alguna vez, encuentras la felicidad.