Y giraban las estrellas

Noche. Noche oscura. Profunda y asfixiante. Ella camina a través de cuentos de sonrisas. No consigue olvidar esa última mirada suya. Así que sigue buscando entre el espesor de los recuerdos. Olvido que no llega… paciencia que se agota. Y piensa en sus ojos; unos ojos de selva exótica clavados en su pupila. Pero continúa por inercia. Ahora ya camina por costumbre y no olvida por miedo.

Una sensación suave e intensa recorre su cuerpo. Un terremoto altera el ritmo cardíaco de la bomba que la ata a la vida. Es el tiempo que la hace prisionera del pasado. Como el beso que le dio y la convirtió en adicta. Una libertad condicional, como la de todo ser humano, es en la que se haya encofrada.

Ha decidido pensar un poco menos y gritarle al planeta azul un poco más. Arriesgarse, aún perdiendo, sin necesidad de fallar. Odiar la rutina e inyectarse sueños en las arterias. Poner esa canción una y otra vez. Porque la música la hace ser un poquito menos triste y también más libre. Un libertad que no llega pero que susurra necesidad. Esa última melodía que es notalgia en estado puro. Esa última nota que cambia su vida por completo.

Porque cuando te arrebatan la libertad, ¿qué significa ya vivir? Y no es sino en ese instante cuando ves aquel hueco de allí, en su corazón, y te das cuenta de que está lleno porque el vacio se ha extendido.

"Sin música la vida sería un error". Friedrich Nietszche.