y que no me hagan
despertar tus gestos
en la cama
así,
enredada,
en este olor a risas
que acaban de segar.
Oh, come to me
again in the cold, cold night
que te olvidaste una galaxia,
a propósito,
o la dejaste como recuerdo.
Aunque creo que es más lo primero
que lo segundo,
y al revés.
La noche se clavaba en tu mirada,
¿vos has visto?
nos chocamos
en círculo.
Tú has visto cómo son.
No te dejan escapar.
Y aquí el tiempo es un vicio, hirsuto.
Y yo no hago más que saltar por encima
de trescientos años de casualidades.
En este laberinto de murmullos.
Ven,
o hazme un café
de los que nunca te vi hacer
el día que no nos conocimos.
El
hombre que se había extraviado en la lluvia y contemplaba
artificioso el final; en el mismo lugar, cada vez más vetusto. Y se
confió a la normalidad más espantosa al descubrir que nunca pasaba
nada. Que el tiempo bailaba en esa órbita categórica, redonda; en
ese círculo de incertidumbre donde la vio enroscarse; antes, ahora y
después. Donde giraba impertérrita volviendo a este preludio de
vida caducada. Hasta ese punto donde él la miraba fumando pipa, de
cerca, como burlándose de ella, con la misma luz carcomida de cuando
no se enamoraron, cuando caminar era ir de puntillas hacia atrás en
esferas eternas de segundos.
Y
vivieron en un quebrado eternizante.
Como
tú.
Así
que no me mires así.
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murmullo