Dice que el invierno no es tan frío si te entierras
en el vaso hirviendo que sostiene de nada. Hirviendo cuando quiere decir seco
que en realidad es c o n g e l a d o.
Porque siempre está escarchada de no sostener nada. (En realidad) espera nada
siempre.
‘¿Se puede esperar siempre la nada cuando te
exigen como razón para sus vidas? ¿Quedarse en la antesala de lo inexistente en
un subterfugio morado de asfixiarse?’
Descubría con preguntas que la Nada mostraba
también la infinitud de su eternidad. Y siendo capaz de poder verla, vivir con
ella, estaba contemplando también la vida. Volviendo, así, de nuevo a su cabeza
la sensación de lo indivisible de las partes concentradas de abstracción.
Discernir lo eterno en su conjunto es precisamente fragmentar(nos de) todo. Y
ser nihilismo como atributo de lo eterno. Ya que justo en el momento del vacío
se encuentran todas las razones.
‘¿Y no ser capaces de entender que Nada me
devuelve al mundo?’
Acto
seguido decidió apoyar su huella en el cristal y perderse entre todos esos
surcos entretejidos de polvo. Volvió a ser hipotenusa, el lado opuesto al
ángulo recto de su ruido. Con la
alucinación tan jodidamente necesaria de saber que nadie la encontraría, que esa
huella era todo lo que Nada la dejaba ser. El escalofrío de un mapa que no
conocerían los catetos del triángulo tenue de sus brazos. Era la alegoría de su
individualidad. Cinco centímetros de Nada donde se resumía para siempre.
‘No nos salves’
Y el silencio le
pareció acertado.
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murmullo